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Minuto 94 de partido. Albacete - Numancia. Lo que empezó siendo una tarde de ocio se ha convertido en Stalingrado.
Tu colega y tú ya no hacéis bromas, ya no hay risas, no hay buen rollo, la amistad se ha desvanecido al mismo tiempo que los goles iban cayendo en una portería y otra. 4 - 4.
Ojos rojos, te duelen los dedos. En tus dos últimas jugadas de ataque, un palo y una parada inverosímil del cancerbero del Numancia. No me jodas, si es manco en la realidad. Puto FIFA y su obsesión por convertir los porteros en Spiderman.
El hijoputa de tu colega ha jugado todo el partido a la contra. Rata.
Cuando estás pensando en que cambios introducir durante la prórroga, tu mundo se quiebra. Has sacado de portería en corto pensando que no había rivales presionando. Pero allí aguardaba como un carroñero el delantero de tu colega.
Roba el balón. Aprietas el triángulo para que salga el portero con la rabia que Kim Jong-un aprieta el botón de los misiles nucleares. Sabes que no servirá. Desesperación y muerte.
Tu mierda de amigo hace una vaselina. Gol. Se encarga de que te enteres de que ha sido gol chillándote en la puta cara. Su saliva te empapa la cara y se funde con tus lágrimas.
A pesar de ver tu desolación, está a punto de cometer el mayor de los crímenes de amistad entre dos tíos: cuando llega la repetición del gol que te ha hundido en la mayor de las miserias, la deja entera.
Una vez, dos, tres, cuatro. Te gira la cabeza para que no te pierdas ni un frame. No recuerdas la última vez que lo habías pasado tan mal. Ni cuando en segundo de la ESO tu cerebro te traicionó y llamaste "mamá" a la profesor de matemáticas.
El cabrón de tu amigo está exultante. Por unos segundos olvida que su vida es patética, que desayuna Doritos con leche y en su último escarceo amoroso aún pagaba las entradas del cine con pesetas.
Te sientes humillado, aplastado por el Cosmos, si este sufrimiento es lo que llamamos vida por favor que me llegue pronto el eterno reposo.
La última repetición es la peor. Desde un ángulo inverosímil, ya no aporta nada. Ves las caras de cartón de los aficionados en las gradas, moviéndose como putos robots sin alma que fueron programados únicamente para hacer añicos lo poco que te quedaba de confianza en ti mismo.
Mientras tu amigo corretea por el salón como una cheerleader hasta el culo de metanfetaminas, sabes que vuestra amistad nunca volverá a ser como antes. Podría haber marcado el gol y pasar las repeticiones, mostrando clemencia y afecto por tu persona. Pero ha decidido machacarte.
El árbitro pita el final del partido dos segundos después de que saques de centro. Tu amigo vuelve a reir y te propone un nuevo partido. Le dices que vale, pero que antes debes ir al lavabo.
Saltas por la ventana del aseo. Dejas la casa de tu colega atrás. Se proyecta en tu mente el fatídico gol una y otra vez.
Algún día olvidarás ese gol. Pero no la traición de ese cretino que se hacía llamar amigo.